sábado, 24 de febrero de 2018

Academicismo

Es curioso cómo la sociedad absorbe el arte. El impresionismo, tan rompedor en su momento, es ahora admitido en el salón-comedor de cualquier casa bien pensante. El expresionismo americano, pese a romper con la tradición figurativa y con lo que hiciera falta, puede ser visto ahora sin el menor reparo en el vestíbulo de la sede corporativa de cualquier gran empresa.

Es verdad que El origen del mundo de Courbet sigue poniendo nervioso a más de uno, pero nadie se escandaliza ya ante un cuadro tan polémico en su tiempo como Desayuno en la hierba, de Manet.

¿Quiere decir esto que vamos progresando? No, no lo creo. Quiere decir, simplemente, que nos hemos acostumbrado. Los escándalos tienen que ver con ese espíritu conservador que se inquieta ante los cambios. El impresionismo o el expresionismo abstracto supusieron, sobre todo, innovaciones en la técnica pictórica, innovaciones rechazadas por aquellos que rechazan siempre lo nuevo, por norma, porque sí, en un notable ejercicio de pereza mental.

Pero la vida sigue, las técnicas se asimilan y nos damos cuenta de que no pasa nada, de que esos cuadros que muestran bajos fondos y a gente bebiendo absenta o jugando a las cartas llevan ahí años y no pasa nada. De hecho, vemos que la sociedad, el mundo cambia más deprisa que el arte, que el arte corre con la lengua fuera intentando contarnos lo que pasa pero fracasando, porque ya ni siquiera nos incomoda.

Sin embargo, tenemos un cuadro como el que subí hace unos días: Phryné devantl'Aréopage, de Jean-Léon Gérôme. La historia que muestra es la siguiente: Friné, hetaira y modelo de  Praxíteles, se jactaba de ser tan hermosa que Afrodita. Por eso fue acusada de impiedad y llevada ante el areópago para ser juzgada. Como el defensor vio que no estaba consiguiendo nada, le quitó en un gesto dramático la ropa para que los miembros del jurado la viesen y decidiesen si merecía la pena hurtarle al mundo tanta belleza.

Pero la historia tiene otra interpretación: Friné se había comparado con Afrodita. El abogado, al mostrar su cuerpo desnudo, estaba quizá diciendo “¿puede o no puede compararse con una diosa?”. La cosa es que Friné fue exculpada, quizá porque, por unos instantes, todos aquellos señores togados cometieron también impiedad al no poder imaginar que la diosa del amor fuese más hermosa que aquella criatura que tenían ante sus ojos.

El cuadro de Jean-Léon Gérôme es de la escuela academicista. Denostados por la historia del arte como conservadores frente a los innovadores impresionistas, a mí me gustan porque, pese a ciertos excesos, contaban cosas. Visto con siglo y medio de distancia, los campos de flores del impresionismo me parecen mucho más burgueses que los desnudos de Gérôme o Bouguereau.  

De qué es más revolucionario, contar un acto de impiedad que queda sin castigo o embadurnar un enorme lienzo con el goteo del pincel quizá hablé otro día.  





2 comentarios:

  1. Apreciación tangencial: veo que sigues siendo un afrancesado. Ahí hay otro filón, para el blog, para la conversación, para la estética.

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