martes, 30 de agosto de 2011

Trabajar más

Los profesores de enseñanza secundaria de la Comunidad de Madrid vamos a tener que trabajar más. Ya se nos ha bajado el sueldo, pero no ha sido suficiente y ahora se nos incrementan las horas lectivas, todo apelando a nuestro sentido del deber. Y mintiendo.

Porque desde la Comunidad de Madrid se repite una y otra vez que nuestro horario pasa a ser de 18 a 20 horas, sin explicar que estas 20 horas son lectivas, y que en ellas no se incluye la preparación de las clases, la preparación de las prácticas, la corrección de exámenes, las reuniones de coordinación, la dedicación a actividades complementarias y extraescolares, la atención a padres, la tutoría de alumnos, las guardias, los claustros, las juntas de evaluación o los cursos de formación, actividades que, la mayoría de ellas y como es lógico, aumentarán en proporción a esas dos horas lectivas añadidas que, en muchos casos, son en realidad tres, al dejar de considerarse la tutoría como actividad lectiva.

Y todo ello intentando engañar a la gente diciendo que la calidad de la enseñanza no se va a ver perjudicada. Eso es falso. Dar clase es un trabajo agotador, con un desgaste físico y mental considerable. No pretendo hacer mística de mi profesión. Es obvio que los profesores podremos estar metidos en las aulas veinte horas en lugar de dieciocho. Pero no lo haremos igual de bien.

En cualquier caso, en Madrid vivimos la paradoja de que quienes tienen que gestionar  los servicios públicos están en contra de los servicios púbicos. Son las cosas de la democracia. 


miércoles, 17 de agosto de 2011

La prepotencia de la verdad

Estamos tan acostumbrados a la libertad, a hacer de nuestra capa un sayo, a pensar que nuestras opiniones valen tanto como las de cualquiera que la Verdad, cuando no coincide con nuestra verdad, resulta intolerable.

Lo cierto es que el concepto de libertad choca con el concepto de verdad. Un caso evidente es el de la física: sus leyes, ya la palabra elegida dice bastante, no dejan demasiado espacio a la libertad. La gravedad actúa inmisericorde sobre casi todo y, por mucho que nos rebelemos, en cuanto nos descuidamos, nos caemos. Maldita fascista la física.

Pero pasa con casi todo lo demás. Si alguien apoya nuestra causa, genial, pero, si no es el caso, le despreciamos. Maldito aguafiestas. Llegó el sordo y jodió el concierto. ¿Por qué tiene que ser como él dice?
Yo lo entiendo, porque lo he sentido. Uno está convencido de algo, y lo defiende apasionadamente. Tienes los argumentos afilados, perfilada la idea. Y entonces, cuando menos te lo esperas, llega alguien y suelta la bomba que demuestra que estás equivocado. ¿Cuál es la reacción? Pues intentar anular a quien te contraría, desear que desaparezca, culparle de la contradicción o, como se suele decir, matar al mensajero, porque ese que desvela nuestro error no es más que un mensajero. ¿De quién? Pues de la verdad, de la maldita verdad.

La raíz del problema es que lo que queremos no es conocer la verdad, sino poseerla, es decir, tener razón, y resulta que son cosas muy distintas. La verdad no tiene por qué sernos favorable. Y lo que deseamos es que el mundo nos sea favorable. Pero primero están los deseos y luego la verdad. Primero las convicciones y luego la verdad. Y si la verdad dice que somos culpables de nuestros problemas, pues peor para la verdad, porque es obvio que la culpa de nuestros problemas es de otros, pero nunca nuestra.

Empecé hablando de la oposición entre libertad y verdad, pero, en realidad, la oposición es entre deseos y verdad, porque ni siquiera queremos ser libres: lo que queremos es que lo que deseamos sea verdad y, si es posible, obligatorio.

Pero, muchas veces, no es así, y nos jode. Maldita verdad.

martes, 9 de agosto de 2011

Niño malo

Me encanta este cuadro: se titular La Virgen castigando al niño Jesús ante tres testigos, y es del sin par Max Ernst. Está en el museo Ludwig de Colonia, y me gusta porque después del primer impacto de ver a María dándole una azotaina a Dios, Ernst nos regala con una vuelta de tuerca más... 


¿Dónde está el nimbo del niño?

lunes, 8 de agosto de 2011

La visita del dictador


¿Qué pensarías si vuestro país diese dinero a una organización cuyo máximo responsable fue el dictador vitalicio de un pequeño país? ¿Qué pensarías si ese dictador no se conformarse con imponer las reglas de su organización a sus seguidores sino que, además, quisiese hacerlas universales y para ello presionase a tu país para que sus reglas adquirieran rango de ley? ¿Qué pensarías del tipo si supieses que pretende regular tu vida sexual, o que contribuye a la propagación del sida prohibiendo el uso de preservativos? ¿Qué pensarías del tipo, y esto parece un chiste pero es real, si supieses que pretende hablar en nombre de un ser superior todopoderoso y ser su representante en le Tierra?

Bueno, pues resulta que un individuo así va a venir próximamente a Madrid, mi ciudad, y que los organismos públicos, con el dinero de todos, van a facilitarle el trabajo poniendo a su disposición las calles y hasta centros educativos públicos, colegios e institutos, para que sus seguidores puedan acomodarse en ellos.
Malo es que la superstición siga siendo aceptada de buen grado por nuestros gobernantes. Malo es que aceptemos la visita de dictadores. Pero que, encima se subvencione con recursos de todos sus viajecitos, me parece una vergüenza. Otra.

Por cierto: el canalla del que hablo es el Papa, claro.