Estaba yo viendo en el telediario de ayer las ahumadas calles de Moscú y reflexionando sobre todo el bien que el capitalismo le ha traído a la vieja Rusia cuando la imagen cambia al aeropuerto de Barajas. Allí, una reportera ha localizado un ciudadano español con billetes para irse a Moscú de vacaciones con su familia. Ante la doble pregunta “¿qué piensa hacer?, ¿piensa ir de todas maneras?, el ciudadano contesta. “Sí, vamos a ir. He comprado una mascarilla para cada uno y ya veremos. Mejor no pensarlo”.
Sí señor, con dos cojones: “mejor no pensarlo”, no vaya a ser que la conclusión no me guste y me vea obligado a cambiar mis planes. Estamos, señoras y señores, ante un ser libre, auténticamente el libre, completamente independiente de la razón y de todo condicionante que pueda modificar sus impulsos, un ser que no se arredra ante las contingencias de la vida.
Estas demostraciones de sabiduría popular me emocionan. Ver que siglos, milenios de pensamiento e investigación, de experimentación y reflexión no han podido doblegar la sinrazón vale más que todos los tratados de antropología juntos. ¿Progreso? Qué tontería.
Todos nacemos cromagnones. Lo asombroso, lo verdaderamente esperanzador, es que muchos mueren cromagnones.
PD: Vengo un tiempo dándoles vueltas a un blog en el que explicitar y coleccionar mis paranoias. Una de ellas tiene que ver con frases del estilo de “mejor no pensarlo”: me parecen tan geniales que no puedo evitar pensar que han sido acuñadas por algún think tank ancestral cuyo objetivo es salvaguardar la estupidez humana. Sirva esta entrada para invitaros a Homo paranoicus. [Nota del 7-1-2011: Homo paranoicus dejó de existir poco después].